La Ciudad de México ocupa una superficie de 1,495 km2 (equivalente al 0.1% del territorio nacional) conformada por un territorio geográficamente diverso que nos ofrece valles, bosques, lagunas y canales en donde convivimos diariamente y desde hace miles de años lxs seres humanxs y animales domésticos o “salvajes”.
Dentro de la zona sur de la capital de la ciudad, se encuentran muchas reservas ecológicas y jardines botánicos que conservan el hábitat original de las especies y fomentan su respeto y cuidado como la Reserva del Pedregal de San Ángel, el Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México o el Parque Ecológico Huayamilpas. El 23 de Septiembre del año en curso, dentro del parque Huayamilpas hubo un “incidente” en el cual una víbora de cascabel (Crotalus durissus) sintió la necesidad de defenderse de la presencia de una menor que, al momento de los hechos, no se encontraba acompañada de una persona adulta.
La noticia se dio a conocer por la red social “Facebook”, en la página “Chisme Caliente Coyoacán” bajo el alarmante encabezado “Ataque de víbora de cascabel a niña”, dejando ver contrastes en las opiniones que culpaban al animal, a la niña y a la madre de la menor, quien la habría llevado al parque. Bajo el contexto de los hechos, la indignación también se hizo presente cuando se exhibió el cuerpo sin vida de la cascabel como consecuencia de haber mordido a la menor. Si bien está claro que la presencia de fauna silvestre nativa en espacios públicos ha sido regulada por autoridades y brigadas animalistas, la penalización de la respuesta defensiva de los animales respecto a la huella humana (es decir, la invasión de sus espacios y la expansión de la vida citadina que destruye la naturaleza) continúa terminando con vidas inocentes de fauna originaria de la ciudad.
Comprender que la invasión es humana y no animal permitirá el respeto hacia la fauna de la ciudad, que es la clave para vivir en armonía en una superficie que desplazó a los seres vivos que la habitaban incluso antes de la llegada de nuestros antepasados. Con la acelerada urbanización y la construcción de medios de transporte, la transformación de la vivienda animal en las zonas citadinas se redujo a escasos territorios protegidos abiertos al público que, evidentemente, contarán con la presencia de vida animal en estado libre. Algunos animales se han acostumbrado a la visita humana y transitan con normalidad, pero otros, como el caso de la víbora de Huayamilpas, pueden reaccionar con temor y hostilidad al sentirse bajo amenaza, buscando proteger lo poco que queda de su hogar.
Yo espero que se haga más énfasis a nivel gubernamental para crear conciencia de la importancia que tiene la vida animal para nuestro ecosistema, especialmente hacia la población infantil y padres de familia que visitan las reservas, que ante el desconocimiento, causan heridas o muerte a los animales y enseñan al mismo tiempo a sus hijos que la condición humana es dominante y tiene derecho a terminar con otras vidas aunque éstas no tengan ventaja sobre la ciudad.
Ximena Romero Peña, estudiante de la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México.
Comments